domingo, 26 de octubre de 2014


Sea el preludio simple,

abierta la mano al recuerdo.
Entremos a un instante ineludible,
acaso una pausa,
una presencia de cipreses
inclinándose.

Quiebre
la penumbra el declive
infinito que adormece,
las cruces de un camino al olvido
adrede ignoradas.

Surja el beso,
deseo de luz
para ojos idénticos,
sufijo desprendido
de sinceras humedades.

Y a espaldas, aquí,
donde tanto fue soñado,
amemos nuestro odio,
odiémonos para acercarnos,

comencemos.


                                                                  -de Olalva-